Serenata~~ ( Privado Austria rating: r18)

No se dio cuenta que el otro trataba de alejarlo, simplemente el español trataba de ser amable y pasar un rato agradable.

-Bueno Antonio también esta bien...es algo raro porque mi nombre significa el que se enfrente al adversario, pero yo no me peleo nunca, Francis dice que tengo mucha paciencia y Gilbert dice que soy demasiado tonto para si quiera pegarle a una mosca fusoso- no le molestaba si quiera que le dijeran ese tipo de cosas solo siguió buscando la forma en la nube que le había dicho- pero es que no me gusta la violencia...

De repente se le ocurrió la forma que podría tener aquello, un perro..

-Pero mira si es un perro... tiene el cuerpo así alargado como si fuera un perro salchicha...esos perros son graciosos -le miro de nuevo de soslayo - Roderich a parte de tocar el piano ¿que otras cosas te gusta hacer?

Le preguntó para saber más cosas de él, porque a parte de eso no sabía mucho más acerca del chico, para tantearlo le dijo las cosas que le gustaba hacer a él para ver si encontraban algo en común.

-A mi parte de hace la siesta y tocar la guitarra y danzar... me encanta cocinar... ¡nadie hace las paellas mejor que yo! -se estiró un poco, con pereza-.... eso si, disfruto más comiendo....

Se quedó callado por lo de su nombre, si los nombres se ponían por el significado entonces el español no tenía el nombre correcto. Si Roderich gustase de las canciones por su fin y significado no se hubiese dejado sorprender por Nocturne de Chopin.

- El mío significa "famoso gobernante" - suspiró, su apellido significaba "piedra preciosa", para fines prácticos era "joya", un nombre perfecto para un hijo de aristócratas amantes de las artes. ¿A qué persona cuerda le gustaba la violencia? Resopló, al menos eso era un punto a favor.

Eso creyó hasta que le salió con lo del perro, era algo tonto.

Lo miró con cara de "¿qué pasa contigo?", pero no lo regañó.

Lo escuchó hasta que dejó de hablar, no había escuchado jamás de la paella, pero imaginaba que era un plato típico del país de donde provenía, se meció los cabellos, sus pasatiempos no eran muy similares.

- ¿Comiendo? - pues él no, prefería hacer otras cosas mucho mejores, comer lo hacía demasiado como le habían enseñado, pero no se podía jactar que le gustase, era una pédida de tiempo -. Me gusta más cocinar y las artes en general. Es una costumbre que me inculcaron, apreciar de manera objetiva/subjetiva las obras para luego hallarles significado, es una actividad bastante relajante para mí.

Suspiró.

- No creo que sea buena idea decirle a un francés que cocine comida de origen austriaco - hizo una pausa, sus palabras sonaban demasiado altaneras, debía explicarse -, lo digo porque sé que cocina bien, que los franceses en general lo hacen, pero creo que lo adecuado sería que yo te cocinase...

Eso sería lo correcto. Era obvio que en España no se comía nada de origen germano, al menos no de Austria. Estaban algo lejos, geograficamente hablando, y por ende las culturas no se mezclaban. Se pensó lo que había dicho y se dio cuenta de que se podía prestar para otro significado, así que se concentró en lo demás que le había dicho Antonio.

¿En serio las chicas hacían eso? No se lo había esperado.

No lo entendía, ¿por qué querrían unirse a un club tan caótico y desordenado como Cocina? Debía haber otra razón. Elizabeta no estaba en ese club, pero tampoco era como si la húngara fuese demasiado femenina.

- ¿Por San Valentín? - cuestionó. No le importaba demasiado la fecha, tan sólo era un día más en donde hay muchas pérdidas de dinero para comprar regalos demasiado efímeros y dañinos para la salud como el chocolate. A Roderich le encantaba el chocolate, pero sabía que en exceso era malo. Aún así, no podía evitar comer de postre algún pastelito.

Cerró los ojos y disfruto de la pequeña brisa de aire que corría, de repente se oyó como las tripas empezarón a quejarsele por el hambre. Se llevo una mano hasta la barriga y se la frotó.

-Hablar de tanta comida hace que me entre hambre... - respiro profundamente - entonces si sería lo adecuado tal vez algún día puedas hacerlo, yo te preparo algo de mi país y tú lo mismo pero del tuyo...

Intentó concentrarse en el otro tema para que no le entrara más hambre, pero era imposible pues la temática de san Valentín era que las féminas obsequiarán en muestra de afecto algo a los varones, aunque aquello también podía darse entre lo amigos. Fuera como fuera también tenía que ver con comida.

-Ya sabes todo eso de que las chicas regalan chocolate a los chicos que les gustan, Francis seguro que les esta enseñando cocinar bombones, pasteles y todo tipo de dulces...- entonces recordó que durante todo ese día iba a ver actividades relacionadas con ello, había oído de Francis que tal vez había un baile pero en el momento no había prestado mucho atención- ¿alguien ya te ha pedido para que le acompañes ese día ? - le preguntó con curiosidad-

Bufó.

De verdad que era un poco infantil el castaño.

La idea de que le preparasen algún platillo español se le antojaba, casi nunca comía cosas diferentes a la de su cultura, siempre comía lo que estaba de moda en el mundo como el cereal o el café, pero comer cosas diferentes era bastante problemático para él, la comida debía tener presentación y buen sabor.

Se sonrojó.

- Sí, alguien ya lo ha hecho, pero no sé si quiera ir... - nunca estaba dispuesto a formar parte de eventos sociales que no tuviesen relación directa con la música o las artes, sentía que el día iba a ser desastroso y que habría víctimas en el lugar de los hechos, presentía que no iba a salir nada bien. Juntar a un montón de jóvenes en una habitación era una bomba de tiempo asegurada.

No importaba cuán organizado podía estar, iba a ser un desastre.

Quería pasar el 14 de Febrero, en su dormitorio, tomando una siesta o tal vez tocando todas las canciones que conocía y se sabía de Mozart, Hayden y Beethoven.

- ¿A ti ya te lo pidieron? ¿O lo pediste? - no conocía tanto a Antonio como para asegurar que era del tipo de personas que se esperaban a que lo invitasen, parecía que era de los que toman la iniciativa.

A pesar de que se le asemejaba a una persona confiable y amistosa nunca le había visto una novia, en cambio sí le había visto muchas admiradoras.

¿Chicas llorando?

Nunca en su vida había visto a una llorar. No podía decir si le fastidiaba, molestaba o desagradaba, no solía tratar mucho con casi nadie y ver llorar a una persona implicaba dos cosas: Un acto de gran confianza por dejarse ver en ese estado depresivo o a la persona le había sucedido algo muy cruel. La gente solía hablar con él por cortesía o porque ya lo conocían.

- No, no es bonito... - mumuró, haciendo como que sabía de lo que hablaba. ¿Elizabeta llorando...? En definitiva no iba a ser nada bonito.

Ladeó la cabeza con interés y curiosidad, Antonio se había puesto a hacer algo realmente extraño, nunca había visto a alguien hacer eso, sobretodo porque en su infancia no era de esos niños que jugaban en los parques o al aire libre, no después de... eso.

Se quedó estático, sin querer hacer un gran esfuerzo por moverse y es que todo lo que causase un sonido melodioso merecía ser escuchado, ¿cómo era que el hispano había logrado hacerlo? Sus pupilas violetas estaban clavadas en las delgadas manos del castaño.

- ¿Cómo lo haces? - se le había escapado, pero no importaba, en verdad quería saber. Nunca hubiese imaginado tal cosa, ni aunque hubiese estudiado algo de mecánica por las clases que su familia le había pagado cuando era un puberto.

- No lo sé... - después de todo no era como si fuese un gran truco, tampoco era como si tuviese gran tiempo para hacerlo, no le gustaba la felicidad con la que el castaño se comunicaba, podría ser falsa o algo similar-. No es necesario.

Se puso a apreciar las nubes nuevamente, no se relajó en lo absoluto.

Se le habían acabado los temas de conversación, se paró de donde estaba y lo miró desde arriba, no iba a seguir acostado, ya se había cansado de esa posición. Había sentido que algo se le pasaba, pero no recordaba qué era.

- Estoy cansado - se excusó.

Siguió mirándolo.

¿Por qué una persona como él podía verse tan relajado siempre? ¡Incluso durante las clases! Odiaba que las cosas no tuviesen sentido o no les hallase algo de lógica. Era demasiado amigable y agradable. ¿Por qué...?

Sonrió, se había acordado, bien por él.

Decidió regresarle el cumplido, no le veía cara de otra cosa.

- A mí también, Antonio - repuso con una ligera sonrisa de aristócrata. Luego escuchó su otra declaración, obviamente el pruso estaba equivocado, su egocéntrismo no era normal y era precisamente eso lo que lo mantenía lejos de tener un buen razonamiento, claro que se había equivocado. Para él, lo de "poco hablador" no era una virtud, era más bien como un defecto, pero siguió escuchando con atención, debía saber a qué se refería con exactitud, lo último había sonado relativamente bien.

Luego vino un poco más de silencio y pausas innecesarias en la conversación. ¿Qué pasaba con él? ¿Por qué dejaba la oración incompleta? ¿Se hacía el interesante o algo así? Pues no era gracioso, era una broma de mal gusto.

- ¿De qué te has dado cuenta...? - preguntó con temor a recibir una respuesta que no le agradaría. ¿De qué pudo haberse enterado? ¿Qué pudo haber notado? Estaba claro que era algo acerca del austriaco, estaban hablando de él. Con una sola plática no podía haber descubierto mucho, lo dudaba completamente, se veía muy despistado como para fingir serlo.

El cambio de expresión y actitud le hizo sentir un ligero escalofrío.

En el momento en el que se lo decía, lo hizo, se sonrojó y apartó la mirada, no iba a servir de mucho, pero al menos así no se le notaba tanto que estaba avergonzado.

- ¡Qué tonterías dices! - soltó, no muy seguro de volver a verle la cara, la verdad es que se lo había creído, el español estaba muy serio y en ningún momento parecía que se fuese a echar a reír, pero era demasiado sorpresivo e instantáneo. Era la primera vez que hablaban tranquilamente y ya le salía con esas cosas. El concepto de "adorable" jamás lo había utilizado para describir nada en su vida. ¿Se veía adorable? ¿Cómo era eso? Él creía que se veía tranquilo, ¿cómo confirmar sus palabras si la gente jamás lo había calificado así?

Sonrojarse no hace adorables a las personas. Las hace tímidas, penosas, sensibles a los comentarios o enamoradas de quién les habla.

Gruñó levemente, para él que todo se trataba de una broma cruel con una elaboración Made in Prussia.

Resopló por lo abochornado que se sentía, para intentar recuperar la compostura.

- Estoy muy seguro de que eso no es lo que piensas - argumentó aún sin mirarlo, suspiró -, si fuese de esa forma no me lo hubieses dicho tan directamente, tonto.

Se cruzó de brazos y volvió a encararlo.

- Menos si tan sólo podemos considerarnos como conocidos o compañeros... - murmuró, por alguna extraña razón su voz variaba de volumen en los momentos en los que no podía controlarse.

Se sonrojó con un color aún más fuerte.

- ¿¡Qué estás diciendo!? - no pudo evitar que sus mejillas se pintaran tal y como describió el hispano. ¿En serio lo está comparado con los tomates...? Roderich no acaba de creerlo, debe ser una especie de halago en España, porque en Austria carece totalmente de sentido.

¿Amigo? ¿Cuál era su definición de amigo? El castaño también quería serlo, pero no se lo podía decir directamente. Odiaba estar solo, no lo soportaba, le entraba ansiedad, siempre debía tener compañía. Sin embargo, no era nada agradable con las personas que no le hablaban de manera educada y se le dificultaba hacer amigos debido a su carácter. Sintió como el pulso se le aceleraba, ¿por qué se acercaba? Gott, eso no podía manejarlo, ¿por qué? ¿Le gustaba acorralarlo?

Sintió como se ponía ligeramente pálido. ¿Cómo lo supo...? Sí, lo hacía para no salir herido, pero era porque estaba traumado, trastornado por culpa de que su infancia no fue precisamente buena, su primer amigo lo abandonó, tuvo muchas clases para volverse un aristócrata, su familia era muy exigente...

- ¿Ich kann dein Freund sein? Así se dice, pero es muy infantil la pregunta - continuó sin mirarlo, era una acción de cobardía, pero le era imposible mirarlo, es que no era normal hacerlo y tener un sonrojo de por medio.

Suspiró.

Spoiler:

Lo escuchó con atención.

Al principio iba bien, con un marcado acento, pero a la mitad, donde las vocales se pronunciaban distinto a como lo hacían los hispanohablantes y los anglosajones, falló, era de suponerse. Aún si se lo decían en miles de idiomas, aún si se lo decían en el alemán que se usaban en Alemania, en Suiza o en Liechtenstein, aún si eso pasara... no le iba a creer. Nadie era tan directo.

Quizás quería algo más.

Pero los dos eran hombres, no era posible, ni tampoco saludable.

El aliento se le escapó en cuanto sus ojos violetas chocaron con los verdes del español. Nadie le había dado el permiso de tocarle la barbilla y, peor aún, mover su cabeza en contra de su voluntad. Estaba asustado.

La forma en que le hablaba parecía bastante sincera, se sentía como si fuese un niño siendo convencido por su madre de que las cosas estaría bien tarde o temprano, pero éste no era el caso, todo lo contrario. Dio un pequeño respingo al sentir la caricia. No era bueno. ¿Cómo poder confiar en una persona que hacía eso? Le gustaba el tacto, pero al no estar acostumbrado a él lo ponía de nervios, a la defensiva, con un enorme deseo de salir corriendo.

Cerró los ojos con fuerza.

- Por favor - pidió con la voz entrecortada -, déjame, no quiero que me sigas tocando.

Se estaba propasando, ¡eso no hacían los amigos en Austria! ¿Sería un shock cultural? ¡Nein! Los amigos no hacían eso en ningún país.

¿Desconfiado? Quizás, y era mejor así.

¿Cómo huir del español si éste lo tenía atrapado? No podía irse a menos que usara la fuerza y para ser hombre tenía muy poca, desde siempre había sido así de débil, desde niño había intentado ser más fuerte, pero nunca lo había logrado, si intentaba escapar, Antonio lo atraparía de inmediato, ¿qué caso tenía?

¿Qué caso tenía ahora que lo abrazaba como si de un peluche de felpa se tratara?

Roderich sentía como comenzaba a sentir demasiada ansiedad, las manos le temblaban y estaba realmente sonrojado, había esperado que su cara dejase de estar roja, pero las acciones del de ojos verdes sólo lo empeoraban.

Emitió un gruñido de exasperación.

- Es una mentira - le dijo con voz baja -, ¿golpearías a tu propio amigo? ¡Tús tonterías son contradictorias!

Dicho eso comenzó a removerse inquieto, aún en brazos del castaño.

¿Por qué le era tan difícil salir de aquella situación? Gott, ya no podría salir de ella sin parecer un completo tonto, no podía cambiar la opinión de Antonio sobre él, ¿qué podía hacer? ¿Golpearlo...? ¿Gritarle hasta quedarse afónico? ¿Por qué quería acercarse...?

Le dolía. No quería más amigos.

Muy seguramente el hispano iba a entretenerse con él durante unas semanas y con el paso del tiempo iba a ir distanciándose poco a poco hasta abandonarlo, como todos. Era aburrido, muy aburrido. Eso decían todos.

No quería decir más, iba a sonar como un niño. Tenía miedo.

Apenas y se sonrojó con el beso, las palabras del español eran algo que no entendía de momento. ¿Qué iba a hacer?

Abrió más los ojos, de sorpresa, ¿de verdad pretendía romper su instrumento? ¡No lo iba a permitir! Aunque todo su cuerpo le decía que lo dejase hacer lo que quisiera, que era su decisión, no le iba a hacer caso. Una guitarra no era cualquier objeto banal como las cucharas o los platos para comer, era algo que producía música y que se le entregaba cariño para continuar aprendiendo, un objeto al que se le daba un nombre.

Se acercó a él con ademán de detenerlo.
Podía estar seguro de sus intenciones y eso le bastaba. Aún cuando, segundos antes, sus palabras parecían inciertas.

- Basta - ordenó, espero a que el castaño bajase su guitarra para volver a hablar con una voz muy pausada -, te creo, de verdad, no la rompas. Sería algo muy... malo para ti.

Apreciaba demasiado la música.

Muy cierto.

Roderich se sentía mal cuando conocía gente materialista, esas personas no tenían salvación. O tal vez sí. Bueno, no era momento para ponerse a reflexionar al respecto. Lo miró guardar la guitarra, quería decir algo, pero no se le ocurría qué, el silencio era bastante necesario para saber qué hacer después.

- ¿Ibas a romper una guitarra para que no me fuese? - arqueó las cejas. ¿En qué pensaba el español?-. Yo creo que tu fin era otro.

Se encogió de hombros, se sentía más relajado una vez que el otro se hubo separado y pudo respirar su propio aire libre, odiaba que lo acorralasen y sentía demasiada ansiedad cuando se le acercaban demasiado.

- De todas formas - continuó hablando -, me has dejado con la duda.

Suspiró. Sí, ya había recobrado la compostura.

- ¿Sentirlo por qué? ¿Por la guitarra o... -hizo una pausa-, o por lo que hiciste? Cualquiera diría que pretendes algo y no puedo pensar en nada que me guste a largo plazo. Sigo pensando que tienes mucho interés en mí y sigo pensando que es porque eres amigo de Gilbert.