Un encuentro muy inesperado

La húngara, tras haberse librado de sus tareas diarias había decidido pasar la tarde en el centro comercial, quizá buscando algo de maquillaje o un vestido para el baile de San Valentín. Después de todo seguía pensando que podría ser posible que consiguiera una con Roderich.

Eso sí, muy bien armada con su cámara favorita, para si veía algo de BL, capturarlo para la posteridad.
Y entonces, a lo lejos, lo vio.

El austriaco había salido a una de esas tiendas comerciales cercanas al campus. Quería obtener algún postrecito o un pastelito que no fuese de los que les ofrecía el colegio, estaba harto de ellos, no eran de buena calidad y la presentación era mera apariencia.

Caminaba por los pasillos del sitio, buscando con la mirada algo que llamase su atención. Si lo hallaba, iba a intentar regatear al máximo, no iba a comprar para gastar altas sumas de dinero, mein gott, eso sólo lo hacían los tontos.

Se paró a ver algo en un mostrador, pero, inmediatamente después, siguió con su caminata, era muy caro el chocolate suizo y eso que era el que más se comerciaba en Europa.

- Los compradores de aquí derrochan mucho dinero... - pensó con molestia. ¿Es que nadie comprendía las maravillas del ahorro?

Por alguna extraña razón se sentía algo observado.

Sí! Ahí estaba él ¿Y si le sacaba fotos desde lejos?
No, seguro se enojaría, quizá lo mejor era convencerle de que la acompañara ese día, así luego obtendría fotos de mejor calidad.
Caminó sigilosamente hacia él, eso sí, luego de haber revisado que estaba bien arreglada (algo un poco imposible con su cabello que tendía a volverse una nube de rizos).
-¡Hola Roderich-san!- saludó cuando estaba como a siete metros, esperando la escuchara entre el barullo típico de esos lugares.

Escuchó la inconfundible voz de la húngara como en un susurro y se volteó.

- ¡Elizabeta! - se sorprendió de encontrarla allí y se sorprendió todavía más de haberla escuchado desde tan lejos, se paró y esperó a que la chica lo alcanzase. Una vez que estaban a menos de dos metros volvió a dirigirse a ella-. ¿Qué haces por aquí?

En realidad no esperaba encontrarse con nadie conocido durante todo el tiempo que permaneciese allí.

Dio una pequeña cabeceada a modo de saludo y le dirigió una mirada examinadora, buscando la respuesta a su pregunta, pero no halló nada extraño en ella.

-Oh, pues vine a buscar un vestido para el baile que habrá en San Valentín, no sé si vaya a tener con quien ir, pero debo ir a reportar aunque sea.- sonrió.
La verdad le alegraba sobremanera haberselo encontrado en un ambiente mas relajado que el de la escuela, quizá así lo pudiera conocer algo más.
-¿Usted que hace aquí, Roderich-san? Se le ve algo tenso.

Al escuchar lo del baile notó que ese asunto aún no lo tenía zanjado, debía encontrar alguna pareja para ese día, no le importaba mucho, pero era algo necesario, algo tradicional en los colegios.

- ¿Tenso? - no lo estaba, sólo buscaba buenas rebajas y cosas de la misma índole. Quizás sí se viese algo mal, pero sólo era mera apariencia, negó con la cabeza y se llevó una mano al rostro para ajustarse los lentes. Se pensó la pregunta-. Pues algún pastelito, en la escuela no ofrecen muy buenos que dígamos, diría que les falta algo de sabor y cocción.

La admiró unos instantes.

- Entonces... - ¿qué procedía? ¿Debía proponerle algo? ¿Debía caminar junto a ella ya que la había encontrado?

Sonrió cuando se dio cuenta de que era verdad lo que suponía. Roderich realmente era transparente para ella.
Y claro, lo negaba como siempre.
-Ah sí... por no decir que les faltan ingredientes de calidad. Conozco por aquí una buena pastelería y no es muy cara. Hasta hacen Sacher Torte.
¡Era la oportunidad perfecta! Aunqeu quizá se viera algo atrevido ser ella la que propusiera ir por un pastel, pero quería arriesgarse.
-¿Quisiera acompañarme? Tengo ganas de un pastel alemán de chocolate.

(Ahora es cuando bendigo que mi madre haga pasteles de ese tipo XD)

Roderich aceptó.

- Me parece una buena idea - secundó y tiempo después apartó la mirada mientras que un ligero sonrojo le cubría el rostro-, la verdad es que siempre que vengo a este centro comercial me pierdo.

Se encogió de hombros, se perdía en donde fuera, ya fuera en el colegio, en los jardínes, en los pasillos... No comprendía porque tenía tan mal sentido de la orientación y dirección, usualmente sus mapas mentales eran laberintos retorcidos y descolocados.

Permaneció junto a ella, sin mirarla directamente a los ojos puesto que aún se avergonzaba de su situación, esperaba a que ella comenzase a guiarlo. El castaño, al ser un austriaco, estaba familiarizado con las comidas alemanas y claro que había probado el chocolate germano, pero siempre había preferido el chocolate suizo.

(no es por ser alburera, pero seguro le gusta el chocolate blanco XD)

También tenía un sonrojo leve en sus mejillas cuando aceptó ir con ella a aquella pastelería.
-Bueno... es normal. Tiene un diseño algo complicado pero si te aprendes algunas zonas de referencia, es mas sencillo- sonrió y comenzó a caminar con completa confianza hacia su antojo celestial.
La verdad es que ella no tenía tanto problema con eso, por alguna razón podía ser la primera vez que llegara a un lugar y sabría perfectamente como regresar.
No tuvo que caminar mucho para llegar a la pastelería-cafetería, donde había varias mesas de madera con sombrillas que ni al caso, si estaban bajo techo, sillas de madera y respaldo de metal y un largo refrigerador-aparador donde aquellos pecados se exhibían. Algo que apenas quería imitar los cafés parisinos.
Una chica atendía el mostrador, apenas pudiendo sonreír. Se notaba que le faltaba poco para el cambio de turno.
Los saludó y preguntó que era lo que deseaban.
-Yo quisiera un té chai y un pastel de chocolate alemán. ¿Usted, Roderich-san?

A pesar de lo que le decía la húngara, el austriaco seguía empeñado en que se seguiría perdiendo aún si se aprendiese las zonas de referencia, mein gott, se perdía en todas partes, ¿por qué sería diferente en este sitio?

En su casa, en Viena, no se perdía debido a que se la había aprendido de memoria, pero en las calles de la capital o en otro distrito terminaba en lugares insospechados sin la menor idea de a donde dirigirse.

Caminó lentamente a lado de la de ojos verdes, tratando de recordar todo lo que veía, pero era un tanto imposible para él. Llegó a un sitio donde, al parecer, Elizabeta planeaba comer, él no se quejó en lo absoluto, sólo esperaba que no fuese muy caro.

Había estado mirando a la encargada y ésta no se veia del todo servicial.

- ¿Yo...? - se puso a pensar unos segundos mientras dejaba su vista posada en el rostro de su acompañante. Era obvio lo que quería. Nunca cambiaba lo que iba a pedir -. Un café de mokka y un pastel de... lo que sea, sí.

Asintió.

No tenía problemas con los pasteles en lo absoluto, cualquiera le venía bien.

Spoiler:

La empleada sonrio, cansada y se dispuso a cumplir el pedido, mientras ambos tomaban asiento en una mesa que tenía un sofá.
Logró concentrarse para que él no notara que aún tenía las mejillas algo sonrojadas, luego sonriendo preguntó.
-¿Como le ha ido con el piano? Hace tiempo escuché al director diciendo que quizá le permitiría tener un recital, junto con otros alumnos que toquen instrumentos. Algo así como una noche de talentos.

En cuanto se sentó recargó los codos sobre la mesa, acción que no haría si se tratase de otra persona quien lo acompañaba, no estaba del todo correcta esa posición, pero era para que su voz llegase de manera más fácil a los oídos de la chica.

- Ah, sí - admitió, el director era alguien realmente controversial, uno de esos típicos directores que crean festivales o eventos porque creen que así los alumnos se llevaran mejor y crearán lazos con los que no hablan, pero esa era una idea errónea, usualmente esas actividades mantenían a los estudiantes fuera de las clases y con la mente en otro sitio-. Pero es tan sólo una propuesta. No está realmente asegurado.

Dio un pequeño suspiro.

- Me gustaría tocar solo, el piano no se aprecia tan bien cuando está acompañado de otros instrumentos que cuando está solo.

Había escuchado conciertos en donde el violín acompañaba al piano, pero no le había agradado del todo, se perdía la magia del piano. Además de que Roderich sabía tocar el violín también. Le sonrió levemente, uno de sus temas favoritos de conversación era el de la música.

Sí, quizá fuera para perder clases, pero a lo mejor lo que ganarían en experiencias compensaría los conocimientos. Quien sabe, a la larga.
-Oh, ya veo.
Sus pasteles y cafés llegaron, sonrió al ver el propio, saboreándose. Pero primero probó su té chai, de manzana.
-A veces te escucho tocar- confesó, con las mejillas un poco rojas-. Normalmente voy de paso y me quedo ahí, escuchando. También cuando tocas el violín.
Tomó un poco de pastel y lo observó unos instantes, antes de ver los preciosos ojos violetas del austríaco.
-No sé mucho de música, pero de verdad me gusta como tocas esos instrumentos. Se nota tu pasión.

Agradeció a la mujer que atendía con una leve cabeceada y luego escuchó con suma atenció lo que le decía la chica. Bebió un sorbo de su café, esbozó una sonrisa al sentir el sabor que tanto disfrutaba.

Al notar que sus orbes violetas chocaban con las verdes de su compañera se sonrojó levemente y apartó la mirada, no estaba del todo acostumbrado a eso.

- Lo sé - repuso mientras se entretenía en su bebida, siempre que tocaba escuchaba los pasos de los demás estudiantes y sabía que algunos se paraban a escucharlo, con el paso del tiempo había aprendido a reconocer el sonido de las pisadas de sus conocidos -, te escucho cuando lo haces.

Ladeó un poco la cabeza y se puso a juguetear con el cubierto que había llegado anexado a su trozo de pastel.

- Tengo un muy buen oído - la miró con simpatía y luego se dedicó a comer su pastel con toda la delicadeza con la que un aristócrata es capaz de comer, en el momento en que había acabado de masticar volvió a hablar-: Danke. Me agrada que, aún diciendo lo que me acabas de informar, puedas sentir la música y no quedarte indiferente ante ella.

Hizo un pequeño mohín al procesar mejor todo lo que había dicho la otra, el final no le había gustado del todo.

- Yo no lo llamaría pasión, pero es una palabra bastante acertada.

Se sorprendió cuando él declaró que escuchaba sus pasos. Era algo que no pensaba que hiciera mientras tocaba, para la cara y concentración que parecía poner en la música.
Se detuvo a disfrutar su pastel, sonriendo ante el halago que hizo de su apreciación de la música. Aunque mas que nada, era apreciar sus gestos.
-No soy indiferente al poder del primer arte.- sonrió, tomando otro bocado del pastel- A mi me lo parece por la dedicación que le pone a todo. Es como la que yo uso al tomar fotos o hacer historias, pero claro, en tu modo de ser es mas tranquila.

Mientras ella hablaba él se limitó a seguir bebiendo su café.

¿Primer arte? Levantó la mirada, ¿se refería a la música? Ja, eso debía ser. No era un egoísta como para que declarase a la música como el arte supremo puesto que él gustaba de los demás tipos de artes también. No iba a poner a los suaves acordes de una guitarra o a las notas alargadas del violín arriba de las finas esculturas o de las pinturas de los italianos.

El problema de la música es que cualquiera podía llegar a entenderla.

- ¿Tranquila...? - cuando Roderich tocaba canciones de Beethoven podía asegurar que no era nada tranquilo. Bueno, pero interpretar era una actividad mucho más tranquila que ir por todo el instituto sacando fotos a cualquiera y a cualquier cosa. No tenía ni idea de que Elizabeta también escribía historias, quizás porque se negaba a leer las cosas que salieran de ese club, no todo era interesante ni informativo, no para él-. Supongo que tienes razón.

Continuó comiendo su pastel.

- ¿Y... cómo te ha ido a ti?

Ella ya llevaba la mitad del pastel en lo que él reflexionaba una cosa u otra sobre lo que le decía. Quizá había hablado de más, por culpa de aquello que sentía.
-Pues no me puedo quejar- sonrió-. Solo hay que seguirnos esforzando para llegar a la universidad, nada más. Y no me puedo quejar porque estamos los dos aquí.
Era un modo de ver si era factible o no pedirle que la acompañara al baile del día de San Valentín, con todo y que no traía un chocolate con ella para hacerlo.

Era verdad. El austriaco no había pensado detenidamente en su futuro, quizás porque lo que más le gustaba hacer era tocar el piano y vivir de las artes, siempre le daba más importancia a sus pasatiempos que a su trabajo. Siempre que estudiaba lo hacía después de haber tocado varias veces sus melodías preferidas o después de escuchar las sonatas de algún músico de su preferencia.

Acabó de beber su café, el sabor había estado realmente bueno. Se sonrojó cuando escuchó lo último y sintió que se entristecía por alguna causa desconocida.

- ¿A qué te refieres...? - se atrevió a cuestionar, una pregunta retórica que no necesitaba de respuesta. Eso sólo se podía interpretar como que la húngara se sentía a gusto a su lado, él también se sentía de esa forma, sólo que era normal que cualquiera lo pusiera nervioso o molesto. Sólo con Elizabeta y algunos cuantos compañeros más podía sentirse bien.

Ella respondió con una sonrisa, cerrando los ojos, solo para mantener un poco el enigma, tampoco iba a ser tan franca. Se acabaría la emoción.
Su pastel hacía rato que se había terminado, pero aún le quedaba té. Le dio un sorbo y continuó hablando.
-Viene el baile de San Valentín y sabe que tenemos que ir con una pareja- se quedó con la taza entre sus manos, mirando la espuma que quedaba- Y yo me estaba preguntando si usted iría. Y si es así... ir los dos juntos.

Comió el resto de su pastelito mientras se daba cuenta de que la húngara lo estaba poniendo nervioso a propósito.

En realidad, Roderich planeaba no ir a ningún evento social, le disgustaban en sobre manera, se perdía, se cansaba... nein, eran un desastre. Pero la chica de ojos verdes era muy importante para él.

A esas alturas el austriaco se había dado cuenta de que era un total enamoradizo, se enamoraba con una facilidad asombrosa y además se desenamoraba con menos rapidez, cosa que ya lo había metido en varios líos en el pasado. ¿Quién le gustaba? No lo sabía.

- ¿Juntos...? - trató de comprenderla-, ¿como amigos...? ¿o como pareja?

Se sonrojó al decir lo último.

(Rode es como una esponja: facilmente absorve a las mujeres/semes y la misma facilidad para exprimirlas de su ser XD *eso le dijeron a un primo*)

Ella en cambio tenía la fantasía de Cenicienta a flor de piel: ir con su mejor vestido (que pensaba comprar ahí), bailar toda la noche con él... pero ojalá no hubiera hora de llegada.
Y sí, estaba consciente de que sentía algo por él, aunque prefería ir descubriendo poco a poco qué era, en vez de precipitarse a darle un nombre.
Observó con cierta ternura como las mejillas de él se sonrojaron con su pregunta.
-Podemos ir en plan de amigos.- sonrió, mirando aún la espuma de su taza- Pero si pasa algo diferente... lo podremos hablar.
Es cierto que normalmente era ruda, pero con el pianista era capaz de ser dulce y diplomática.
¿Eso era una forma de querer?

- Ah - fue todo lo que pudo decir. No se le ocurrió otra cosa.

- Supongo que eso está bien para mí - ladeó la cabeza para no mirarle los ojos directamente, en temas de amor y de amistad era un gran ignorante, no quería que nadie se enterase, ya muchos lo calificaban de frío, pero eso sería el argumento perfecto para tacharlo definitivamente.

Había terminado de comer desde hace unos instantes atrás y ahora ya no se le ocurría cómo continuar la charla, de verdad, no lo sabía. Se le veía en el rostro a la húngara, estaba menos nerviosa que él, pero vaya que estaba emocionada por el evento escolar.

Como todo buen músico había considerado mucho la idea de encerrarse y tocar durante todo el día su piano, sin pensar en nada más que escalas y claves.

Sentía cariño por Elizabeta, pero... ¿más? No podía estar seguro de nada. Quizás ir con ella le aclarase las dudas al respecto.

Spoiler:

Sonrió al escuchar su ambigua respuesta, ahora ya sin algo de comer, supuso que lo mejor sería ir a dar una vuelta por ahí, para ver si encontraba algún vestido que le gustara... aunque no lo compraría en ese momento.
-Bueno... supongo que podemos pagar y si quieres seguir conmigo otro rato, está bien.
Hizo el ademán para pedir la cuenta y comenzó a buscar el dinero entre su bolsa (que tenia además de maquillaje, memorias extras para su cámara, la cámara)

También buscó dinero en sus bolsillos del pantalón, esperaba que la cuenta no fuese muy alta. La miró por unos segundos, ¿lo decía en serio? ¿A qué se refería? Nein, no es cortés dejar a un conocido solo.

- Seguir contigo... - repitió tratando de hallarle un doble sentido a sus palabras, pero no lo encontró, no había otro sentido, estaba bien claro, sonaba a algo más. Le hizo una sonrisa pequeña.

- Es cierto - declaró con mirada soñadora -, ya encontré un buen sitio para poder disfrutar de buenos postres, pero creo que seguiré contigo, si me separo me perderé y tú... - ¿cómo continuaba? ¿Qué debía decir? Puso en su mano algunos billetes para cuando la encargada regresase-. ¿quieres que te acompañe...?

Era claro que con sus palabras intentaba confundirlo un poco, era lo mas divertido de estar con él.
Vio la cuenta. Otra cosa que le gustaba de ese café era que no era muy caro, así Roderich no se podría quejar.

-Bueno, si cree que se puede perder al andar solo... iba a buscar un vestido para el baile justamente, pero como creo que es de mala suerte, será mejor que hagamos otra cosa.
Jugaba nerviosa con su cabello, pensando que podría llegar a sugerir él, ya que ella había puesto de su parte para pasar un rato.