Serenata~~ ( Privado Austria rating: r18)

Roderich iba caminando por los pasillos en busca de un sitio que le dijese con exactitud en donde se encontraba y es que había vuelto a perderse. Era bastante usual que cuando quisiese dirigirse a clases siguiese a alguien para no demorarse o llegar tarde, lo malo era que cuando nadie lo acompañaba acababa en sitios insospechados.

- Mi mapa mental es un laberinto retorcido lleno de pasillos cerrados - pensó con molestia. Mientras se dirigía a donde él creía era la dirección de los dormitorios masculinos, escuchó una melodía, para ser exactos una guitarra. Siempre le había dado curiosidad tocar la guitarra, pero cuando lo había intentado no lo había logrado, puesto que sus dedos le habían dolido demasiado cuando presionaba las cuerdas y cuando intentaba hacer cejilla su dedo temblaba y el sonido se distorsionaba.

Prefería el piano porque no requería mucho dolor aprender a tocarlo.

Se dejó llevar por la música, era muy rápida y alegre, ¿quién la tocaría? Sólo se podía tratar de alguien que ya llevaba tiempo haciéndolo, casi parecía un experto. Él no podría hacerlo, bueno, podía tocar las difíciles canciones de Mozart, pero eso había requerido años de aprendizaje.

Cuando se dio cuenta ya estaba en los jardínes, le extrañó que no hubiese nadie a los alrededores y siguió su curso. Desde lejos distinguió una silueta y por la manera de vestir intuyó que se trataba de un chico, no una chica.

Se iba acercando progresivamente hasta que dio con el responsable: el español. Tenía los ojos cerrados y parecía estar realmente concentrado, así que, haciendo el menor ruido posible se sentó cerca de él para seguir apreciando el sonido. Sí, las cosas que más sorprendían eran las que menos se comprendían.

Se sobresaltó levemente cuando el español dejó de tocar aquella canción y le habló.

Había terminado demasiado rápido y, por la rapidez en que se daban las notas sueltas, lo había dejado de un humor muy bueno, sentía ganas de hacer algo: iniciar proyectos, hacer sus deberes o componer alguna canción que hiciera sentir al público exactamente igual que cómo él se sentía en esos instantes.

Pero, lamentablemente, no podía, estaba perdido y eso no iba a cambiar sólo porque se hubiese dejado llevar por una melodía tan alegre como su intérprete. La sonrisa le hizo sonrojar un poco, no estaba acostumbrado a ellas y le dedicó una pequeña por mera cortesía, no quería parecer una persona demasiado indiferente.

- Guten tag - lo saludó en alemán y asintió -, siento mucho que mi presencia haya interrumpido con tu interpretación, pero es que no pude evitar acercarme y escucharla más de cerca. Es sencillamente cautivadora.

Señaló la guitarra.

- Cada vez me sorprende más lo que ese instrumento es capar de crear.

El austriaco se alegraba de que el pruso no estuviese por los alrededores, sabía que Gilbert y Antonio eran amigos, incluso Francis formaba parte de ese peculiar grupo, pero ver al castaño solo en verdad que lo aliviaba y lo sorprendía al mismo tiempo. Suspiró.

¿Qué más podía decirle? No lo conocía del todo.

Se le quedó mirando.

- Ah, sí, supongo que haré eso... - contestó, ¿cómo no se le había ocurrido eso antes? Quizás estaba demasiado desorientado y confundido como para poder pensar claramente. Los argumentos del español eran muy válidos, pero no dormiría en el césped a menos que no hubiese de otra. Él sí que tenía problemas con eso, le habían enseñado a comportarse como un aristócrata y ya no podía cambiar eso, en su niñez sí que hubiese aceptado recostarse hasta en el piso, pero ahora no estaba dispuesto a hacerlo.

Suspiró.

- Sí, es bastante molesto ensuciarte cuando lavas tu propia ropa - repuso, el de lentes casi nunca hacía labores hogareñas, prefería delegarlas a otros-, pero también lo es caminar pareciendo que te revolcaste en un montón de tierra.

Dudó.

¿Cómo le pedía que lo acompañase a alguna parte? ¿Cómo le pedía que le diera indicaciones...? Era demasiado vergonzoso...

Sentía la mirada del otro, ¿por qué tanta insistencia con eso? ¿Qué jamás lo había visto? Estaba bien claro que ya se habían visto antes, fijó la mirada en el estuche de la guitarra.

- ¿Por qué no estás en Música...?

Entrecerró los ojos.

¿Por qué se quitaba la ropa? Lo vio dirigirse a un sitio un poco más lejos de donde estaban conversando y no se creyó lo que vio. ¿Por qué haría algo así? Cualquier persona normal se tomaría su comentario como un claro rechazo a la invitación, pero esta vez no lo iba a rechazar, no era algo gentil. Caminó lentamente hacia la prenda del hispano y luego se recostó con cuidado. No estaba tan mal, pero no podía estar tranquilo, era demasiado perfecto para que fuese real.

Usualmente, Roderich siempre había creido que ahuyentaba a los demás por el simple hecho de que hablaba con formalidad y porque en la mayoría de los casos sólo contestaba por ser cortés. ¿Qué era lo que quería Antonio de él?

El pruso siempre le repetía lo aburrido que era estar con él.

- Lo entiendo a la perfección - informó, recordando un baile que más bien parecía una danza extremista y de acto impacto, el Waltzer, si no hubiesen hombres en aquella danza serían porristas, muy seguramente, quienes bailarían eso, se necesitaban de personas fuertes -. La mayoría de las danzas eran para encontrar pareja, celebrar eventos o fechas y parte vital de la religión.

Volteó a verlo, todavía acostado.

- Ja - asintió en alemán -, hubiese sido... divertido.

La verdad es que sólo había presenciado conciertos en donde eran duetos de piano y violín, instrumentos que sabía tocar, pero por razones bastante obvias no podía tocar al mismo tiempo, jamás había escuchado uno de guitarra y piano, sería bastante interesante ser testigo de eso.

- No recuerdo haberte dado permiso para llamarme de esa forma - se quejó cuando el otro acortó su nombre, sólo una persona lo había llamado así en toda su vida y hasta ahora no la había visto debido a que se negaba rotundamente a ingresar al colegio.

No estaba para reemplazarlo con tanta rapidez, aún le dolía su pérdida.

Estaba receloso de lo que hacía el español, era demasiado efusivo para su gusto, nunca había conocido a alguien así antes. Quizás el italiano, pero eran diferentes maneras de comportarse. ¿Cómo era posible? ¡Sonreía por cualquier cosa! A él le costaba mucho hacer sonrisas auténticas y no reía por nada del mundo desde hace años. El de ojos verdes lo hacía casi como reflejo. Parecía muy fácil.

- ¡Suéltame! - exigió, se sentía realmente nervioso cuando estaban demasiado cerca de él, seguía un tanto descolocado por culpa de Antonio. Alejó su mano de la del castaño por inercia, casi parecía que había recibido una descarga eléctrica.

¿Promesa? ¿Promesa...?

Sentía que ya varios habían roto las promesas que tenían con él, nadie las llegaba nunca a cumplir.

Apartó la mirada y soltó un gran suspiro. Había sobrereaccionado, por la expresión de su acompañante eso había sido un error no previsto.

- Supongo que sí - si le tenía que tener paciencia sería demasiada, parecía ser del tipo de personas que gozan más de jugar que de aprender.

- No dije eso - replicó molesto.

Lo miró, pasando de la mano que había soltado hasta su rostro. Sí que era algo lento para comprender las cosas.

- Me encantaría tocar alguna pieza musical contigo - añadió después de unos segundos. Era uno de esos momentos incómodos que estaba dispuesto a evitar por cualquier medio. ¿Cómo podía llegar a creer que...? Roderich pensaba que Antonio tenía habilidad, mein gott. ¿No lo entendía?

Volteó a ver al cielo como su interlocutor.

Él veía las nubes muy redondas y circulares, perfectas para que el español hubiese hecho ese comentario infantil. Sólo que había podido escoger una naranja o una pelota, eso sería más normal.

Hizo un mohín.

¿Así que si era eso? No dudaba que el pruso hubiese estado difundiéndole a todos que era un "señorito podrido", que no servía para nada, que era débil, que era aburrido y un montón de cosas más que no habían llegado a sus oídos.

Ignoró la parte de Gilbert. En verdad que quería darle otra impresión al español.

- No me lo imagino - admiitó con algo de simpatía. ¡Ese no era un pensamiento normal! ¿Quién imaginaba tomates de ese tamaño?

Todos sus amigos le decían así, pero sólo por entablar conversación una vez con él no se consideraba como su amigo. ¿Qué pasaba si en esta ocasión se llevaban sin muchos problemas y luego tenía que lidiar con él el resto del colegio sólo porque lo consideró su amigo demasiado rápido?

Nein, no podía hacerlo. No quería ser tan iluso e inocente como en el pasado.

No quería perder un amigo más, pero, ¿cómo alejar al hispano sin parecer descortés?

- Creo que, por ahora, prefiero llamarte por tu nombre completo - le dijo mientras mantenía la mirada en las nubes, tratando de hallar alguna que le pareciese interesante o extraña. Trató de encontrar la que le decía el español, pero no lograba identificarla, podría ser una de las cinco que él veía bastante unidas-. Parece una nube. Demasiado normal.

Gut, su respuesta había sido tonta. No podía corregirse sin parecer un idiota, así que no dijo nada más al respecto, no tenía mucha imaginación espacial o visual, lo que se le daba mejor era la auditiva.

Suspiró, ya hasta había olvidado que buscaba un sitio, en vez de eso perdía el tiempo con cosas banales y ridículas con una persona que muy seguramente lo molestaría la próxima vez sólo por ser amigo del pruso y el francés, esos dos eran un gran problema. Nunca lo dejaban en paz.

¿Y si él le estaba tendiendo una trampa? Lo miró de reojo, no parecía que lo estuviese haciendo, se veía feliz, pero no ese tipo de felicidad bromista que siempre le notaba a Gilbert o a Alfred.

No se dio cuenta que el otro trataba de alejarlo, simplemente el español trataba de ser amable y pasar un rato agradable.

-Bueno Antonio también esta bien...es algo raro porque mi nombre significa el que se enfrente al adversario, pero yo no me peleo nunca, Francis dice que tengo mucha paciencia y Gilbert dice que soy demasiado tonto para si quiera pegarle a una mosca fusoso- no le molestaba si quiera que le dijeran ese tipo de cosas solo siguió buscando la forma en la nube que le había dicho- pero es que no me gusta la violencia...

De repente se le ocurrió la forma que podría tener aquello, un perro..

-Pero mira si es un perro... tiene el cuerpo así alargado como si fuera un perro salchicha...esos perros son graciosos -le miro de nuevo de soslayo - Roderich a parte de tocar el piano ¿que otras cosas te gusta hacer?

Le preguntó para saber más cosas de él, porque a parte de eso no sabía mucho más acerca del chico, para tantearlo le dijo las cosas que le gustaba hacer a él para ver si encontraban algo en común.

-A mi parte de hace la siesta y tocar la guitarra y danzar... me encanta cocinar... ¡nadie hace las paellas mejor que yo! -se estiró un poco, con pereza-.... eso si, disfruto más comiendo....

Se quedó callado por lo de su nombre, si los nombres se ponían por el significado entonces el español no tenía el nombre correcto. Si Roderich gustase de las canciones por su fin y significado no se hubiese dejado sorprender por Nocturne de Chopin.

- El mío significa "famoso gobernante" - suspiró, su apellido significaba "piedra preciosa", para fines prácticos era "joya", un nombre perfecto para un hijo de aristócratas amantes de las artes. ¿A qué persona cuerda le gustaba la violencia? Resopló, al menos eso era un punto a favor.

Eso creyó hasta que le salió con lo del perro, era algo tonto.

Lo miró con cara de "¿qué pasa contigo?", pero no lo regañó.

Lo escuchó hasta que dejó de hablar, no había escuchado jamás de la paella, pero imaginaba que era un plato típico del país de donde provenía, se meció los cabellos, sus pasatiempos no eran muy similares.

- ¿Comiendo? - pues él no, prefería hacer otras cosas mucho mejores, comer lo hacía demasiado como le habían enseñado, pero no se podía jactar que le gustase, era una pédida de tiempo -. Me gusta más cocinar y las artes en general. Es una costumbre que me inculcaron, apreciar de manera objetiva/subjetiva las obras para luego hallarles significado, es una actividad bastante relajante para mí.

Suspiró.

- No creo que sea buena idea decirle a un francés que cocine comida de origen austriaco - hizo una pausa, sus palabras sonaban demasiado altaneras, debía explicarse -, lo digo porque sé que cocina bien, que los franceses en general lo hacen, pero creo que lo adecuado sería que yo te cocinase...

Eso sería lo correcto. Era obvio que en España no se comía nada de origen germano, al menos no de Austria. Estaban algo lejos, geograficamente hablando, y por ende las culturas no se mezclaban. Se pensó lo que había dicho y se dio cuenta de que se podía prestar para otro significado, así que se concentró en lo demás que le había dicho Antonio.

¿En serio las chicas hacían eso? No se lo había esperado.

No lo entendía, ¿por qué querrían unirse a un club tan caótico y desordenado como Cocina? Debía haber otra razón. Elizabeta no estaba en ese club, pero tampoco era como si la húngara fuese demasiado femenina.

- ¿Por San Valentín? - cuestionó. No le importaba demasiado la fecha, tan sólo era un día más en donde hay muchas pérdidas de dinero para comprar regalos demasiado efímeros y dañinos para la salud como el chocolate. A Roderich le encantaba el chocolate, pero sabía que en exceso era malo. Aún así, no podía evitar comer de postre algún pastelito.

Cerró los ojos y disfruto de la pequeña brisa de aire que corría, de repente se oyó como las tripas empezarón a quejarsele por el hambre. Se llevo una mano hasta la barriga y se la frotó.

-Hablar de tanta comida hace que me entre hambre... - respiro profundamente - entonces si sería lo adecuado tal vez algún día puedas hacerlo, yo te preparo algo de mi país y tú lo mismo pero del tuyo...

Intentó concentrarse en el otro tema para que no le entrara más hambre, pero era imposible pues la temática de san Valentín era que las féminas obsequiarán en muestra de afecto algo a los varones, aunque aquello también podía darse entre lo amigos. Fuera como fuera también tenía que ver con comida.

-Ya sabes todo eso de que las chicas regalan chocolate a los chicos que les gustan, Francis seguro que les esta enseñando cocinar bombones, pasteles y todo tipo de dulces...- entonces recordó que durante todo ese día iba a ver actividades relacionadas con ello, había oído de Francis que tal vez había un baile pero en el momento no había prestado mucho atención- ¿alguien ya te ha pedido para que le acompañes ese día ? - le preguntó con curiosidad-

Bufó.

De verdad que era un poco infantil el castaño.

La idea de que le preparasen algún platillo español se le antojaba, casi nunca comía cosas diferentes a la de su cultura, siempre comía lo que estaba de moda en el mundo como el cereal o el café, pero comer cosas diferentes era bastante problemático para él, la comida debía tener presentación y buen sabor.

Se sonrojó.

- Sí, alguien ya lo ha hecho, pero no sé si quiera ir... - nunca estaba dispuesto a formar parte de eventos sociales que no tuviesen relación directa con la música o las artes, sentía que el día iba a ser desastroso y que habría víctimas en el lugar de los hechos, presentía que no iba a salir nada bien. Juntar a un montón de jóvenes en una habitación era una bomba de tiempo asegurada.

No importaba cuán organizado podía estar, iba a ser un desastre.

Quería pasar el 14 de Febrero, en su dormitorio, tomando una siesta o tal vez tocando todas las canciones que conocía y se sabía de Mozart, Hayden y Beethoven.

- ¿A ti ya te lo pidieron? ¿O lo pediste? - no conocía tanto a Antonio como para asegurar que era del tipo de personas que se esperaban a que lo invitasen, parecía que era de los que toman la iniciativa.

A pesar de que se le asemejaba a una persona confiable y amistosa nunca le había visto una novia, en cambio sí le había visto muchas admiradoras.

¿Chicas llorando?

Nunca en su vida había visto a una llorar. No podía decir si le fastidiaba, molestaba o desagradaba, no solía tratar mucho con casi nadie y ver llorar a una persona implicaba dos cosas: Un acto de gran confianza por dejarse ver en ese estado depresivo o a la persona le había sucedido algo muy cruel. La gente solía hablar con él por cortesía o porque ya lo conocían.

- No, no es bonito... - mumuró, haciendo como que sabía de lo que hablaba. ¿Elizabeta llorando...? En definitiva no iba a ser nada bonito.

Ladeó la cabeza con interés y curiosidad, Antonio se había puesto a hacer algo realmente extraño, nunca había visto a alguien hacer eso, sobretodo porque en su infancia no era de esos niños que jugaban en los parques o al aire libre, no después de... eso.

Se quedó estático, sin querer hacer un gran esfuerzo por moverse y es que todo lo que causase un sonido melodioso merecía ser escuchado, ¿cómo era que el hispano había logrado hacerlo? Sus pupilas violetas estaban clavadas en las delgadas manos del castaño.

- ¿Cómo lo haces? - se le había escapado, pero no importaba, en verdad quería saber. Nunca hubiese imaginado tal cosa, ni aunque hubiese estudiado algo de mecánica por las clases que su familia le había pagado cuando era un puberto.